CUANDO TE ENGAÑAS POR AMOR
Después de mucho, estoy convencida que nadie te engaña. Nos engañamos solos, porque decidimos creer el cuento. Porque muchas veces queremos el final feliz del mismo. Final que quizás, nunca llega.
La primera vez que me enamore tenía 16 años. Cuando sus ojos se cruzaron con los míos, fue una sensación indescriptible, aquella, que sentí. Él tenía 18 y no podía entender esos nervios que no me dejaban, sin embargo, todo su rostro me invitaba a deleitar cada gesto, cada mirada, cada sonrisa, cada emoción. Estos son recuerdos que nunca olvidaré. ¿Como terminó esta historia?, nada bien, a decir verdad.
Para este muchacho yo solo fui una chica más, mientras que él para mi, lo era todo. Hoy lo tengo claro. Pero yo necesitaba creer, para sentirme bien, que me quería tanto como yo a él. Necesitaba tener la certeza que era correspondida. Es una de esas memorias dolorosas de adolescente que marcan tu vida eternamente. Fue una historia inconclusa que muchas veces trate de no recordar. Hoy escribo para limpiar un poco aquel dolor que pintó mi corazón, con la única intención de suavizar aquella cicatriz que sale a flote cuando menos lo espero.
Y a pesar de tener claro que sus sentimientos nunca fueron los mismos, al mas mínimo indicio de interés de su parte, corría a verlo, sin pensarlo, a pesar del olvido, de la indiferencia, de su desamor. Cuando supe que estuvo conmigo y con otras chicas al mismo tiempo, fue como una pequeña daga mortal, que se hundió en mi alma. Pero a pesar de esto, volví a verlo, volví a pedirle, volví a buscarlo. Fue así, tan real y tan crudo como se lee.
Buscamos el dolor, cuando tenemos claro que la persona que amamos no nos corresponde, la buscamos para sentir una seguridad con aquello que nos pertenece, aunque no sea para ti. Buscamos tener lo conocido, malo, muy malo, pero jamas nos arriesgaríamos a conocer algo mejor. Buscamos el absurdo y lo peor de todo es que lo sabemos.

Esto que me pasó a corta edad, se podría entender por la inexperiencia. Pero que pasaría si te dijera que volví a enamorarme a mis 27 años con dos hijos y separada, de un chico de 28 años, que pensé sentía lo mismo por mi. Con un poco más de experiencia y queriendo conocer el mundo, volví a creer que podría estar con alguien por quien sentir algo especial. Y así empezó nuevamente, pero me volví a equivocar y todo lo que paso aquel primer mes, se volvió en tortura, en incomprensión, en desilusión y en otro triste engaño. Pero allí estaba yo, buscando el mínimo interés, para estar dispuesta a estar con él. Hasta ahora recuerdo sus palabras: “Es que no eres tú, soy yo”
Me destruyó el corazón, podría decir aquí mismo, pero en realidad, me lo destruí sola y porque quise, esto también lo comprendo hasta hoy.
En ambas situaciones necesitaba llenar un vacío, un profundo vacío. No me daba cuenta que ese vacío solo podía ser complementado por el amor propio que tanta falta me hacia.
Cuando te enamoras es difícil encontrar respuestas, es difícil comprender y pensar sin el corazón. Pero estoy convencida que podemos voltear la historia y sufrir lo menos posible si tan solo priorizamos esta frase: la felicidad esta en mi, no en otro.
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